CONCLUSIONES DE RAMÓN LISTA, 128 AÑOS ATRÁS

| 20/06/2022

“El invierno en Nahuel Huapi no es tan desagradable”

“El invierno en Nahuel Huapi no es tan desagradable”
Al parecer, Ramón Lista pudo esquivar las grandes nevazones.
Al parecer, Ramón Lista pudo esquivar las grandes nevazones.

Como tenía la experiencia de superar la estación más fría en Tierra del Fuego y en Santa Cruz, el militar y explorador no la encontró muy agresiva en estas latitudes. Quizá le tocara un invierno benévolo.

Antes de pasar el invierno de 1894 en Nahuel Huapi, Ramón Lista había superado varios en Santa Cruz y Tierra del Fuego. Quizás a la luz de esos antecedentes, encontró que la estación más fría del año en estas latitudes no era “tan desagradable”. En una síntesis que publicó en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino dos años después, admitió que “la vida a la intemperie es muy molesta, peligrosa para la salud, si se quiere; pero al abrigo de una choza cualquiera, al simple reparo de la tienda de lona, se pasan los días como en otra parte y en nada se altera el funcionamiento regular de las vías respiratorias ni se deprime la energía vital”.

Lee también: ¿Cuáles eran las denominaciones que encontró Ramón Lista en 1894?

El autor del texto fue militar y explorador, segundo gobernador de Santa Cruz y de actuación muy polémica en las latitudes más australes de la Argentina, donde participó de al menos, una masacre de gente selknam. Cuando anduvo por aquí contaba con 38 años y una considerable experiencia en cuanto a viajes de exploración por geografías todavía más hostiles que la que hoy, alberga a Bariloche.

En su escrito no mencionó al poblado de San Carlos porque todavía no existía. En los últimos días de mayo, Lista y sus acompañantes arribaron “al llano de Tequelmalal y a las ruinas del fortín Chacabuco. Ahí cerca, entre adustas montañas que se elevan hasta la región de las nieves eternas, desenvuelve su napa azul el lago Nahuel-Huapí que semeja un mar interior cortado por canales y boscosas islas”, describió.

Tal vez, aquel invierno fue un tanto benévolo, porque según el viajero, “es muy raro que nieve o llueva dos días de seguido y cuando esto ocurre, sopla a las pocas horas el viento del Oeste que barre las superficies y derrite la nieve. Por otra parte, el frío es poco intenso, los animales -caballos u otros- viven bien al raso, no faltándoles el necesario alimento, que allí consiste en diversas gramíneas y apetecidas hojas de maitén”.

A 1894, “la población” era “todavía muy escasa en las inmediaciones del lago”. Consignó Lista que “se halla de trecho en trecho alguna estanzuela (sic) o ‘parada’ de ovejas, en donde siempre se está seguro de recibir la mejor acogida”. Precisó que “prescindiendo de la primera quincena de junio de 1894, que la pasamos mitad en viaje y mitad alojados a la orilla del Limay, el resto de ese mes lo empleamos en pequeñas excursiones hasta la llamada ‘Península del Sud’, especie de martillo formado por el lago en sus continuos ataques a la tierra firme. En una de esas breves e interesantes caminatas reconocimos los cerros de Tequelmalal y el valle inmediato de Ñhirhuao (sic)”.

A pesar de las diferencias en la denominación, pueden reconocerse fácilmente a la Península San Pedro y al cerro Leones de la actualidad, en cuyas proximidades florece Dina Huapi. En el interior de la elevación, el grupo dio con “algunas cavernas con pinturas murales indígenas”, destacó Lista. En cuanto al alojamiento del que disfrutó “a la orilla del Limay”, fue proporcionado por la “casa de Zavaleta, distante unos 1.300 metros del desagüe del lago”.

En otra de sus correrías, Lista y su grupo llegaron “a la ‘Laguna Larga’ pequeño lago oblongo”, al que, en otro pasaje de su texto, mencionó como el Gutiérrez. Entre el 1° de julio y el 8 de agosto, “la temperatura media del día fue de 0 a 5 centígrados, habiendo llovido despacio cinco veces y nevado tres; con vientos variables del Sud, Norte y Noroeste”. En efecto, fue un invierno benévolo: no es habitual que en esa estación del año soplen vientos del norte. Nótese que Lista no registró vientos del oeste, los más habituales en la actualidad.

La tendencia se modificó el 14 de agosto, cuando el viento vino precisamente del otro lado de la cordillera “con fuerza poderosa, casi irresistible para la tienda mejor plantada. La temperatura, al amanecer, es de (aproximadamente entre) 3 y 5 grados. Se ve la cordillera: ha nevado en ella hasta muy bajo nivel”. Al día siguiente, bajó la presión, subió la humedad y lloviznó. El 17 del mismo mes, la partida cruzó el río Limay para dirigirse “hacia la casa de Mr. Jones”, en el marco de un día neblinoso y frío.

24 horas después amainó, amaneció despejado y con sol. “Nos despedimos del estanciero Jones e ¡hico! ¡hico! apaleamos las mulas reacias, poniéndolas en el rumbo del Brazo del Norte”, anotó Lista. En este tramo de su viaje, los exploradores apuntaron a llegar al río Correntoso. En esta ocasión, el clima no fue tan benévolo y los animales tiritaban de frío, después de una copiosa nevada que finalmente, apresuró el retorno en dirección a las instalaciones del texano. 128 años después, para el 21 de junio ya llevamos casi dos meses de invierno.

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