01/03/2020

El coronavirus y el speech del terror

Por Nahuel Michalski

Por supuesto que hay que estar atentos y prever cada una de las medidas necesarias para evitar percances con este nuevo actor mundial que es el coronavirus. Coronavirus: hasta su nombre suena impactante. Pero eso, ya lo sabemos, es esperable en la industria del terror. Porque lo primero para transmitir preocupación y angustia a la población es darle a la “amenaza” o “enemigo” un buen nombre hollywoodense. Gripe Aviar, Hantavirus, Gripe Porcina, Ébola… y ahora, Coronavirus. Con esos nombres uno esperaría abrir la puerta de la casa e inmediatamente ser embestido por una presencia oscura que nos fagocitaría en el suelo entre mordiscos y arañazos. Y así ha sido siempre: para construir un poderoso enemigo lo primero que se necesita es un buen nombre.

Al mismo tiempo, la emergencia de estas endemias que ponen en vilo a la humanidad es tan periódica, tan puntual (sentiría uno) y exacta, que los discursos conspiracionistas desesperados por cerrar la trama de la historia no tardan en aparecer y proliferar a escala masiva. Y así, o se trata de un plan eugenésico llevado adelante por sociedades secretas para reducir la población y alivianar el problema de la escasez de recursos naturales, o de un vericueto de la CIA orientado a desestabilizar la economía oriental, o de un experimento secreto en laboratorios ocultos del gobierno, etc, etc… ¿quién sabe? Ya lo dijo una vez el enorme Alejandro Dolina: “Nadie sabe nada”. Una vez mi madre dijo “lo que pasa con las teorías de la conspiración es que, digan lo que digan, siempre encajan bien”. Y lo que sucede ahora con el coronavirus no parece ser la excepción, toda vez que, además, los medios y las redes refuerzan el pánico y, junto a él, la necesidad popular de más teorías conspiracionistas. ¿No es acaso ese el origen de tales ideas y pseudo teorías, es decir, el miedo de sentir que alguien está pergeñando maléficos planes a nuestras espaldas? ¿Cuál es el motivo por el cual damos legitimidad a estos discursos de ultratumba? ¿Será su verosimilitud? ¿Desde cuándo hemos dejado de atender a la verdad objetiva, a la sencilla y concreta que se nos presenta inmediatamente, para pasar a prestar atención a la ficción verosímil? Algún día reflexionaremos sobre ello.

De un modo u otro, haya conspiración mundial o no, haya intereses o no, hay algo que sí resulta indudable: la intención sistemática de infundir terror en la población. Esto, al igual que los buenos nombres apocalípticos y las pseudo teorías conspiracionistas, tampoco es un elemento nuevo en la historia humana. El miedo, el terror, la angustia, la incertidumbre, las emociones humanas negativas en general, han sido utilizadas desde el comienzo mismo de la historia para sostener determinados estamentos de poder. De ahí la creación de simbologías y lenguajes primitivos orientados a tal fin que no han detenido su desarrollo y perfeccionamiento hasta nuestros días. El filósofo Foucault ya lo dijo: el poder busca la eficacia, y para ello necesita perfeccionar sus mecanismos de control, es decir, sus discursos. ¿Y qué más perfecto y elaborado que la introducción discursiva y simbólica del pánico global para, por ejemplo, evitar grandes desplazamientos de masas humanas, o modificar hábitos de consumo o reproducción biológica, o para alejar a los individuos entre sí con la consecuente fragmentación y disociación societal? Solo por mencionar algunas cosas.

Creo que el poder tiene serios intereses en mantenernos asustados con narrativas apocalípticas y amenazas del fin del mundo. El infinito pensador Noam Chomsky también señaló cuando se refirió a nuestra era global como una era del terror. ¿Estamos diciendo con esto que no hay que prevenirnos, que debemos descuidarnos o desoír a las instituciones gubernamentales? No. Y tampoco estamos diciendo que hay que dejar de vacunar a las niñas y niños. Lo único que estamos sugiriendo es lo que la filosofía invita desde hace milenios y que Platón ya sugirió en su famosa República, a saber: abandonar la oscura caverna de sombras y representaciones para tratar de buscar la claridad y contundencia del pensamiento lúcido. Aprendamos, pues, a distinguir lo verosímil de lo verdadero, y lograremos, quizá algún día, superar el control mental de los speeches del terror.

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