2022-06-12

SU BOTE SE HIZO AÑICOS EN UN SALTO DEL RÍO FUTALEUFÚ

La vez que Emilio Frey nació de nuevo

Transcurría el verano de 1898 y el acontecimiento tuvo mucho de cinematográfico, pero la historia es real. El explorador que dejó su impronta en Bariloche salvó su vida, aunque sus tres acompañantes nunca aparecieron.

Como en tantas películas… En el verano de 1898, Emilio Frey navegaba con otros tres tripulantes por el río Futaleufú, todavía desconocido para los exploradores argentinos y chilenos. Los rápidos se tornaron cada vez más y más vertiginosos hasta que el futuro fundador del Club Andino Bariloche se vio arrojado de la embarcación, después de un fuerte sacudón. Felizmente para él pudo llegar a duras penas a la orilla. Fue el único que pudo contarla, porque, como en tantas películas, el bote de desmoronó en un salto de 30 metros de altura. Nunca encontraron a los restos de sus acompañantes.

El propio Frey legó su testimonio de primera mano. “Habíamos navegado por el Krüger en un bote que tripulaba yo con tres personas. Mis ayudantes me aseguraban que no había ninguna dificultad para navegar el Futaleufú (Río Grande), que luego de atravesar el lago Krüger se encajona en altas cordilleras, pero yo tenía mis dudas, debido en especial a la disminución considerable del cauce y a la gran velocidad de las aguas”.

El relato que traemos a colación se publicó en la revista Argentina Austral, en agosto de 1943, con la firma de Carlos Bertomeu. De allí tomó la cita Juan Martín Biedma para su libro “Toponimia del Parque Nacional Nahuel Huapi” (Editorial Caleuche, 2004). Frey puso en segundo plano su premonición porque “mis peones era buenos baqueanos” y decidió no insistir con sus objeciones. Se equivocó.

“Fue así como nos internamos en las aguas del caudaloso río, que por momentos se angostaba más y más, cobrando su correntada mayor ímpetu. Con verdadera preocupación de mi parte, llegamos a unos rápidos sembrados de peligrosas piedras que emergían del agua, que se empenachaba de blanco al chocar con ellas”. Cualquiera que conozca el río en cuestión, podrá dar fe del espectáculo.

Las cosas se agravaron. “Tratamos con desesperados esfuerzos de dominar la embarcación; yo trataba de eliminar los obstáculos manejando lo mejor que podía una gruesa caña de coihue, que oficiaba de vichero (sic), pero mis temores no eran infundados; a poco de luchar desesperadamente con el torrente, chocó el bote con una enorme piedra y fue tal el sacudón que me despidió de la embarcación, arrojándome al medio del torrente”.

Por entonces, el joven Frey no podía saberlo, pero ese sacudón salvó su vida. En una nota al pie, Biedma confió en diálogo directo con el involucrado, que “no chocaron con ninguna piedra y que el bote zozobró por el oleaje producido por el mismo río, muy crecido, al deslizarse por encima de las piedras”. Por una o por otra causa, el futuro funcionario de Parques Nacionales se vio de improviso en las aguas del Futaleufú.

Después del chapuzón, “pude asirme a unas rocas y lo primero que hice fue buscar el bote, que ya estaba casi fuera de mi vista, a unos doscientos metros, con sus tripulantes aún a bordo. A duras penas conseguí llegar a la orilla y con una enorme congoja avancé por la orilla confirmando mi terrible presentimiento: a unos trescientos metros del lugar donde yo había caído, providencialmente puedo decirlo, el río se precipita en un impresionante salto de treinta metros de altura”.

No era la trama de una película de Hollywood, sino una historia real. Entonces, el final no fue feliz. “Y con la consternación que es de imaginar pude ver más tarde entre las rocas del cauce inferior los restos destrozados de la embarcación, pero de sus desgraciados tripulantes nunca tuvimos el menor rastro, pese a todos los esfuerzos que hicimos durante varios días”.

Frey había nacido el 2 de febrero de 1872 en Baradero, provincia de Buenos Aires. Pero ese día veraniego de 1898, cerca de sus 26 años, volvió a nacer, a orillas de un rugiente río patagónico. Lejos de amilanarse, al año siguiente volvió a trabajar en la misma zona, siempre en el marco de las comisiones de límites argentinas, que trataban de establecer hasta dónde llegaba el país y dónde empezaba Chile.

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