2022-06-05

EL ALPINISMO FUE IMPULSADO POR EL RÉGIMEN HITLERIANO

¿Era nazi Otto Meiling?

Más allá de algunas imágenes comprometedores, el cofundador del Club Andino Bariloche no solía explicitar en público sus opiniones políticas. Sin embargo, algunos pensamientos suyos alimentan la hipótesis.

Si bien Otto Meiling no acostumbraba a explicitar sus pensamientos políticos, la inscripción “Heil Ski” al interior de su viejo refugio parecía rememorar el clásico saludo hitleriano. Además, en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi impulsó con decisión los deportes de montaña con el objetivo de “recomponer la fuerza del pueblo alemán”, de ahí que fuera muy estrecha la relación entre el alpinismo y la política nacionalsocialista.

Tan escabroso vínculo puede examinarse en las páginas de “Mandato paterno” (EDUCO-2011), el libro que Hans Schulz terminó de escribir dos años antes de su publicación. El hombre de prensa, antropólogo y docente, dejó de existir a sus 64 años, a fines de 2019. Precisamente, la supervivencia de los ideales nazis en la colectividad alemana de Bariloche es uno de los temas que atraviesan buena parte de sus reflexiones.

“Tal vez Otto Meiling, como uno de los fundadores del primer club de montaña de nuestro país, sumado a sus peculiaridades personales de ermitaño filósofo, sea solo un exponente de la adhesión acrítica a un clima de ideas predominantes que hundían sus raíces a la época de su niñez”, especuló Schulz. Meiling había nacido en 1902 y llegó a la Argentina a sus 20 años, aproximadamente. El Club Andino Bariloche se fundó en 1931.

“Su figura me es familiar y debo admitir que, durante las visitas a su refugio, coincidiendo en esto con las opiniones del esloveno (Vojko) Arko, nunca lo escuché emitir alguna opinión política, exceptuando frases sueltas que denotaban su desengaño con el mundo de los hombres. Basta con visitar su refugio para percibir cuánto se había alejado de las bondades de la civilización”, estableció el escritor.

No obstante, para Schulz, “la frase Heil Ski, inscripta en el interior del refugio sobre la puerta de entrada, es, sin embargo, un claro indicio de sus simpatías por los viejos ideales”. Como se recordará, “Heil Hitler” fue el saludo nazi más corriente, al igual que “Sieg Heil”, que puede traducirse como “eterna victoria”. “Tampoco podemos negar que su filosofía de montaña, al igual que la filosofía que subyace a varias de las excelentes filmaciones que Guzzi Lantschner, junto a Rodolfo Matzi, realizó en nuestra zona, tenía una clara vinculación con la mirada irracional y teñida de heroísmo que inspiró a los seguidores del movimiento nacionalsocialista”, asoció el autor.

En efecto, “en años anteriores a la Segunda Guerra, (los nazis) consideraron a los deportes de montaña como una de las actividades más importantes para recomponer la fuerza del pueblo alemán. Películas como La montaña en llamas (Berge in Flammen) de Luis Trenker, eran verdaderos elogios a las virtudes marciales que glorificaban al ‘soldado ideal’, del cual se suponía ‘que no se inmiscuía en política’, motivo recurrente de los que me rodeaban cuando se hablaba de la guerra”.

Schulz se refería de esa manera a otros y otras integrantes de la colectividad alemana de Bariloche, contemporáneos suyos o mayores en edad. “El alpinismo, que era además una actividad favorita de los jóvenes que buscaban en ella una superación física, e incluso metafísica, fue utilizada así para los fines del régimen, que durante la década del 30 apoyó incontables expediciones a los lugares más alejados del planeta”, entre ellos, el Nanga Parbat, la novena montaña más alta del mundo, en jurisdicción del actual Pakistán.

El texto del barilochense trae a colación especulaciones de Sigfrido Kracauer, un teórico del cine alemán, quien describió a los jóvenes alpinistas alemanes de aquella época “como llenos de deseos prometeicos, que luego de subir una montaña a lo largo de alguna peligrosa chimenea, fumarían en la cumbre tranquilamente su pipa y con infinito orgullo, mirarían con desprecio a lo que ellos llamaban los ‘habitantes del valle’, aquellas muchedumbres plebeyas que nunca harían un mínimo esfuerzo para elevarse a estas alturas”.

Completaba Schulz: “Debo admitir que, al leer estas frases, recordé momentos en que Otto Meiling desde su refugio de montaña y con palabras y gestos tan peculiares de él, señalaba el valle y se refería, en términos similares, a los habitantes de Bariloche”. En las últimas frases del capítulo que tituló “Diese ganze politik – Toda esa política”, finaliza el escritor, respecto del montañista: “Yo lo recuerdo en su refugio de nombre fatídico, de la misma manera en que lo retrató (el realizador Carlos) Echeverría en el invierno de 1984, como un hombre de montaña, excéntrico para los habitantes del pueblo y exótico para los que nos visitan desde las ciudades lejanas. Un alemán cuya vida estuvo plagada de las complejidades políticas de otros tiempos”.

¿Por qué “nombre fatídico”? El refugio que legó Meiling se denomina Berghof, que suele traducirse como “casa de montaña”, nombre en primera instancia inocente. El problema es que así también llamó Adolf Hitler a una residencia suya, sita en los Alpes de Bavaria. Inclusive, el futuro “líder” comenzó a alquilarla bastante antes de acceder al poder. Luego, la convirtió en su segunda morada.

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