2022-05-30

ENTRE UN HALO MÁGICO Y EL RECLAMO DE JUSTICIA

El papá del refugiero muerto exigió que la dirigencia del Club Andino renuncie

Faltaban apenas unos minutos para que el reloj marcara las 19, cuando la joven violinista Alma Crego, hermana de una refugiera, hizo que su instrumento suspirara el Hallelujah de Leonard Cohen en una versión que llegó hasta lo más profundo de los presentes.

Así, en las escalinatas de ingreso a la sede del Club Andino Bariloche, un halo de magia acompañó el pedido de justicia por la muerte del refugiero Manuel Benítez, de la que hace unos días se cumplió un mes.

 

Cerca de un centenar de personas se acercó al lugar, en una tarde enmarcada por el frío donde, a pesar de la consternación, a partir del panorama que ofrecían las más de ciento cincuenta velas que se colocaron en el paredón del frente del edificio, y de ese lamento hecho música prodigado por Alma, el ambiente pareció dulcemente hechizado, hasta el punto que no es descabellado afirmar que se pudo oír ese "acorde secreto” del que habla la canción de Cohen.

Fernanda, hermana del fallecido, también colaboró a forjar el sortilegio, al leer, de una libreta que Manuel le había obsequiado, anotaciones que el muchacho dejó en las páginas iniciales del regalo. Eran fragmentos de los libros El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, y Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda.

Juan Benítez, papá de Manuel, leyó un texto que escribió días atrás, donde se mezclaron sensaciones en relación a la pérdida con la necesidad de que queden claras las responsabilidades acerca de lo que sucedió con su hijo.

Cabe recordar que el 26 de abril, Manu, como lo llamaban todos, en medio de condiciones climáticas adversas, sin –según lo denunciado incluso por sus compañeros de trabajo– el suministro por parte de su jefe de los medios de seguridad necesarios, intentó ir al refugio Frey a cumplir con su labor. Nunca llegó. Dos días después, hallaron su cuerpo a cien metros de aquel lugar.

“No te olvidaremos”, dijo Juan, en referencia a su hijo, para luego cargar contra aquellos en los que deposita la responsabilidad por lo que pasó: “Tampoco olvidaremos a aquellos que te abandonaron a tu suerte, a quienes te enviaron a la montaña sin importarles en qué condiciones subías, si llegabas o no, sin preocuparse por vos”.

Y siguió: “Qué poco valía tu vida para ellos. Tal es así, que te empezaron a buscar treinta y cuatro horas después de tu desaparición. Estoy seguro de que si hubiera sido un turista o un amigo o hijo de los que están ahí adentro, sentados –en referencia a las autoridades del Club Andino–, seguramente el protocolo se hubiera activado el mismo día en que subiste. Pero, para ellos, no existías. No tenías ni nombre, eras uno más que subía a la montaña, desprovisto de todo, sin ropa adecuada, sin siquiera una radio para llamar en una emergencia climática como la que te sorprendió”. 

“Con lo que no contaban era que, a partir de esa fatídica tarde, iban a saber quién eras vos, el nombre que retumbará en cada sendero, en cada árbol y en cada piedra de la montaña…”, dijo, y se le cortó la voz.

Los presentes, en ese momento, al grito de “fuerza”, lo empujaron a continuar.

Juan, entonces, tomó aire, y siguió: “Hoy, a quienes están a cargo del Club Andino, el sillón que ocupan les queda grande. Pedimos la renuncia de la dirigencia”.

“Lamentablemente, hijo, y tristemente para nosotros, tuviste que dejar la vida en la montaña para que muchas cosas se reviertan y comiencen a cambiar a partir de ahora”, manifestó.

“Vamos a seguir luchando y exigiendo que se haga justicia por Manu, y que refugieros y porteadores tengan condiciones dignas de trabajo”, advirtió, para luego concluir: “Que esto sea un antes y después de toda la negligencia; que la muerte de nuestro hijo no haya sido en vano”.

También varios refugieros expusieron su sentir, mientras se comentaba que, tras lo que ocurrió con Manuel, el refugio Frey cuenta con una nueva concesión.

Tal como ocurrió el 11 de mayo, cuando se realizó una marcha en reclamo de justicia, que había desembocado, justamente, en el Club Andino, la mamá de Manuel, Ximena, agradeció la presencia de quienes acompañaron el pedido.

“Los abrazamos con el alma; en memoria de mi hijito, muchas gracias. Que Dios los bendiga”, expresó.

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